Desde el mismo
nacimiento del hombre, éste ha tendido a mantener su libertad, a ejercitarla, a
ser una pieza fundamental de su definición como persona. Un hombre libre, es
aquel que es dueño de su presente y de su futuro, de querer ser de una manera
determinada, con sus pros y sus contras. Pero desde ese mismo momento que el
hombre quiere ser dueño de sí mismo a través de la libertad ejercitada con
todas sus consecuencias, es ahí donde se encuentra sus primeros y profundos
problemas. Y, es que la sociedad organizada pretende anularle esa libertad
total a ese individuo a través de todo tipo de zancadillas, de órdenes, de
leyes, etc. En definitivas, la libertad total molesta a los poderes públicos y
por ello desde esa sociedad se pretende domesticar, ordenar, conducir a ese
hombre por la senda que interesa a la sociedad. La libertad no gusta. Se trata
de domesticarla, de contenerla, de reducirla.
Desde el primer
momento, y cuando estamos dentro de una sociedad determinada, ya sea, la
escuela, o el trabajo, desde fuera se nos conduce a restringir nuestra libertad
total a base de condicionarnos nuestros movimientos, como ejemplo el instituto, y se dice que en
éste no nos dejan esa libertad ansiada, y así en ese lugar de formación se nos
dicta las instrucciones sobre cuando comemos, cuando nos vamos de un lugar a
otro, cuando descansamos, dormimos etc. En suma, al instituto, a la sociedad le
incomoda esa apetecida libertad total nuestra, y por ello va poniendo
controles.
La sociedad con la
excusa de que tiene que existir el orden para todos, se mete con nuestra
libertad, y la va reduciendo, la va restringiendo, la condiciona, la hace más
vulnerable, es en definitivas, menos libertad la que tenemos. Y todo esto lo
hace la sociedad como ente por una razón muy sencilla, y es que la libertad
"incomoda... provoca miedo, angustia... e interesa gente
integrada". En resumen, hay tendencia a controlar la libertad, por
medio de un adiestramiento social, y es que existe odio a la libertad
individual total. Muchas veces no es sólo la sociedad la que pone reparos a esa
libertad, también son los propios hombres los que se sienten más cómodos en
obedecer que en practicar y ejercitar su libertad total. Ahora es la familia,
el colegio o el propio trabajo los que coaccionan o se hacen dueños de la
libertad ajena. Y todo esto por qué ocurre, se preguntan los filósofos. La respuesta es muy clara, hay
ciudadanos que prefieren anteponer seguridad a libertad, y por ello dejen que
sea la sociedad la que les conduzca su libertad. Y es la propia sociedad la que
le reconoce esa dejadez suya, dándole a esas personas sus merecidos premios por
abandonar el ejercicio de la libertad. Y esos premios son, el
reconocimiento social, más dinero, etc.
Desde
muy temprana hora es la escuela la encargada de socializarnos, y ella es
también la encargada de quitarnos una libertad salvaje y danos una libertad con
arreglo a la ley. Se trata de pensar de una manera determinada con tal de que
el individuo no moleste a la sociedad. Por ello tenemos que rentabilizar
nuestro aprendizaje escolar en las distintas etapas.
Por otro lado,
nuestros filósofos reflexionan también acerca de la libertad y su relación
con el entorno físico. Señalan que la forma, la arquitectura de nuestros
centros también está enfocada para reducir nuestra libertad salvaje, dado de
que en todo momento tenemos que estar visibles, vigilados y sabiendo los
poderes qué hacemos, cómo lo hacemos y por qué. En definitivas, si el instituto
nos socializa quistándonos parte de esa libertad salvaje original, y dándonos
una libertad conforme a la ley, también la arquitectura de ese centro educativo
y su forma de enfoque nos disminuye más nuestra propia libertad, pues estamos
siempre localizados y domesticados sin posibilidad de escapar de esa especie de
cárcel donde todo está dispuesto para entrar por el redil del poder, del que
manda, y donde nuestra libertad se va estrechando en el fondo y en la
forma.
Sin duda alguna el
centro docente donde pasamos buena parte de nuestra vida de aprendizaje está
construido con una finalidad muy clara, que en todo momento estemos
controlados por los que lo gobiernen, y nunca podamos hacer cualquier hecho o
acción sin que seamos vistos. Es verdad, que la libertad de movimientos
incomoda, no gusta a quienes dirigen la docencia nuestra, y por ello, antes de
que vayamos al baño para una necesidad básica y necesaria, tengamos que dar
cuenta de ello a nuestros superiores, incluso con la posibilidad de que se nos
diga que no. Sin duda alguna nuestra libertad de personas, en cada momento está
controlada y al capricho de quienes gobiernan el centro. Existe la libertad
para los alumnos, sí, pero sobre todo en teoría. El profesor puede llegar
tarde, sí, y no pasa nada; el alumno si llega tarde, es apercibido, amonestado
o, incluso, se queda sin clase. Es toda una manera de controlar nuestra
libertad.
En resumen, en el
instituto, como en la vida misma, los más débiles tienen menos libertad, y
están más controlados que los que gobiernan esa institución. Hay libertad, pero
siempre, al capricho y al deseo del superior. Es una libertad otorgada,
concedida, no es la misma libertad que la de ellos que nos mandan.