miércoles, 16 de enero de 2013

Mi felicidad es mía.

Que se sepa no existe modelo alguno para conquistar o tener felicidad. Si dicen los estudiosos del tema, que para ser felices basta con no preguntarse sobre esta cuestión, o también se manifiesta que la felicidad total no existe, sino momentos felices y personales. Por todo ello hoy traemos a nuestro blog un caso de una persona con su felicidad. Esa persona tiene 105 años y lleva más de 80 recluida fuera de este ruidoso mundo del vértigo, las prisas o la competitividad, y si me apuran con ausencia de libertad aparente para moverse de un lugar a otro, eso sí, esa clausura o encierro voluntario lo decidió por sí misma, y lo ha mantenido durante 86 años. Si no estuviera feliz con su modo de vida, sin duda, que ya hubiese cambiado el rumbo.

En esta vida del confort y donde la búsqueda del carpe diem o gozo del momento es el pan nuestro de cada día, merece, a fuerza de ser sinceros, traer a nuestro blog, una reciente entrevista, vía móvil, que hacía una redactora del diario ABC a la más veterana monja de clausura en España. Se trata de una anciana de 105 años que todavía está en su convento de Buenafuente de Sistal en Guadalajara.

A cualquier jovén de nosotros si se le preguntara por sus deseos de futuro, casi con seguridad, le gustaría ser futbolista, por el dinero, o tener una profesión que tuviese altos ingresos. Y todo ello se deriva de la falsa creencia que tenemos todos, en general, sobre la felicidad. Todos queremos ser felices, y consideramos que esa felicidad está en el dinero, y con él poder tener todos los caprichos posibles. Cuando miramos a la entrevistada, Sor Teresita, que lleva 86 años encerrada en el convento ,eso sí, por voluntad propia, y donde su norte exclusivo ha sido el famosa lema benedictino del "Ora et labora", o lo que es igual "Rezar y trabajar". No ha salido a la calle sino en contadísimas ocasiones, bien para ir al médico, o la excepcional de conocer a nuestro actual Papa Benedicto XVI. Ha señalado en la entrevista la anciana monja, que dentro del convento y con sus acciones se lo pasa muy bien, pues dice que sería imposible estar triste durante 86 años y no haber dejado esa vocación de clausura. También dice, que lee la prensa en sus titulares y que está al corriente de la crisis, y que por todo ello lo que hace es rezar más y más. Esa es su felicidad, su propia libertad escogida y tan distante de la de la mayoría de las personas.

En definitivas, con este ejemplo, que hemos rescatado de la prensa nacional, queremos dejar constancia sobre el hecho de la felicidad, un hecho que es y será distinto para cada uno de los humanos, y que afortunadamente gracias a esa pluralidad de felicidades posibles, este mundo es más rico de valores y de humanismo. Que cada cual piense lo que quiera y sea feliz como lo crea oportuno. Aquí tenemos un ejemplo de felicidad que recibió la llamada de Dios a su vocación, la aceptó, y vive más feliz que mucha gente con dinero. Todos estamos obligados a ser respetuosos con los demás.

Foto extraída de abc.es

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