Es un
tema de mucha actualidad, y es aquel que dice o señala si siempre debemos
obedecer las órdenes de nuestros superiores, sean buenas o sean malas. La
respuesta inicial que se nos señala es que no debemos obedecer a nuestro
superior siempre que la orden dictada por él sea injusta, inicua porque va
contra la propia moral o justicia general.
Por
mucho cargo que tenga ese jefe de estudios, u otro cargo de cualquier nivel,
sus decisiones (su derecho) no pueden ser marcadamente obligatorias si son
injustas pues antes que el derecho, antes que la ley, antes que amparar al que
manda esta la propia moral, la ética justa. No es posible el derecho inmoral e
injusto pues antes que ese propio derecho aprobado, vigente, todas las
personas, todos los seres humanos tenemos desde nuestro nacimiento algo
inviolable, algo que nos define nuestra dignidad, es el derecho natural. En
resumen, se señala que antes que la ley jurídica, antes esta la ley ética, la
ley individual, o lo que es igual antes de la ley positiva o local está la ley
universal o natural. A modo de ejemplo el filosofo nos cuenta la historia de
Antígona, aquella mujer que contra el criterio establecido por la ley del
momento desobedeció a esa ley porque le parecía injusta, y esa injusticia la
veía Antígona injusta por cuanto no le permitía enterrar a su hermano y darle
una humana sepultura el rey prefería según su sentencia que el cuerpo muerto
permaneciera en la misma tierra para consumo de los animales o lo que fuese.
Antígona desobedeció esa norma injusta y apechugo con las consecuencias. De
este ejemplo podemos deducir que la humanidad y la justicia está por encima del
derecho, para otros hay que venerar la ley aun siendo injusta.
En la
vida misma el planteamiento de desobedecer las órdenes injustas de nuestras
superiores es difícil llevarla a práctica por cuanto a la gran mayoría de las
personas le es más fácil renunciar a su libertad general y acatar el orden
social establecido, pues este estado, ese orden le protege aparentemente. Desde
este punto de vista y a lo largo de la historia se han cometido verdaderas
monstruosidades políticas que han ido contra esa ley natural, esa ley cívica, y estamos pensando en esos
momentos en el nazismo, franquismo, bolcheviquismo. En aras de proteger el
orden en estos movimientos el derecho de por si era injusto y atentaba contra
los más sencillos principios del derecho natural. Al fin y al cabo estos desvíos del derecho
únicamente pretendían superitar a las personal al orden establecido, incluso
aniquilándolas. Al final, el profesor Onfray, nos dice que ante este injusto
derecho que se da solo cabe una solución por parte de los que están en contra
del “resistir como Antígona e incumplir
las órdenes dadas”.
Lo que
está claro es que todo poder lo que desea es mantenerse en el sea con
decisiones injustas o no. Si fuera injusta hay que incumplirlas y resistir y de
esta manera, ese poder irá perdiendo crédito y poco a poco se va desmoronando
con lo que al final no tendrá que haber violencia en esa sociedad y todo se
desmoronara. Donde no hay moral la ley no puede obligar. La ley no es un fin en
sí mismo tiene que estar al servicio del interés general de todos los
hombres, de todas la personas.
Estamos
sin duda alguna, ante un tema de mucho calado, de mucha importancia y que
define hasta qué punto las personas, desde nuestro nacimiento tenemos una
dignidad que tenemos que cuidar y defenderla con uña y dientes. No vivimos
solos vivimos en sociedad, y esa sociedad se organiza con relaciones de poder,
donde unos mandan y buscan el bien general para los demás. Pero muchísimas veces el que manda, el que
está en el poder se cree dueño absoluto de las cosas y cualquier decisión suya
hay que cumplirla. Por lo general ocurre que el poder se vicia, se corrompe
porque quiere mantenerse siempre en él y es a partir de estos momentos cuando
se toman las decisiones mas injustas que atentan contra la propia ética, la
moral de los demás humanos. No hay más remedio que revolverse con tras esas
injusticias y plantarle cara, es decir, no cumplirlas, pues en ello nos va
nuestra condición de personas dignad y con libertad. Toda persona libre, que defiende su libertad no puede cumplir lo
injusto venga del poder que venga. Por lo tanto si nuestro jefe de estudios nos
señala camino sin consistencia, no nos da argumentos en sus decisiones, estará
atentando contra los principios de la moral y de nuestro propio derecho
natural. Habrá que desobedecer, resistir y esperar a que caiga por su propio
peso. Ya no tiene crédito. Ha triunfado el derecho natural en contra del
aparente derecho positivo local.
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