lunes, 10 de junio de 2013

Obedecer a la autoridad.

Es un tema de mucha actualidad, y es aquel que dice o señala si siempre debemos obedecer las órdenes de nuestros superiores, sean buenas o sean malas. La respuesta inicial que se nos señala es que no debemos obedecer a nuestro superior siempre que la orden dictada por él sea injusta, inicua porque va contra la propia moral o justicia general.
Por mucho cargo que tenga ese jefe de estudios, u otro cargo de cualquier nivel, sus decisiones (su derecho) no pueden ser marcadamente obligatorias si son injustas pues antes que el derecho, antes que la ley, antes que amparar al que manda esta la propia moral, la ética justa. No es posible el derecho inmoral e injusto pues antes que ese propio derecho aprobado, vigente, todas las personas, todos los seres humanos tenemos desde nuestro nacimiento algo inviolable, algo que nos define nuestra dignidad, es el derecho natural. En resumen, se señala que antes que la ley jurídica, antes esta la ley ética, la ley individual, o lo que es igual antes de la ley positiva o local está la ley universal o natural. A modo de ejemplo el filosofo nos cuenta la historia de Antígona, aquella mujer que contra el criterio establecido por la ley del momento desobedeció a esa ley porque le parecía injusta, y esa injusticia la veía Antígona injusta por cuanto no le permitía enterrar a su hermano y darle una humana sepultura el rey prefería según su sentencia que el cuerpo muerto permaneciera en la misma tierra para consumo de los animales o lo que fuese. Antígona desobedeció esa norma injusta y apechugo con las consecuencias. De este ejemplo podemos deducir que la humanidad y la justicia está por encima del derecho, para otros hay que venerar la ley aun siendo injusta.
En la vida misma el planteamiento de desobedecer las órdenes injustas de nuestras superiores es difícil llevarla a práctica por cuanto a la gran mayoría de las personas le es más fácil renunciar a su libertad general y acatar el orden social establecido, pues este estado, ese orden le protege aparentemente. Desde este punto de vista y a lo largo de la historia se han cometido verdaderas monstruosidades políticas que han ido contra esa ley natural,  esa ley cívica, y estamos pensando en esos momentos en el nazismo, franquismo, bolcheviquismo. En aras de proteger el orden en estos movimientos el derecho de por si era injusto y atentaba contra los más sencillos principios del derecho natural. Al fin  y al cabo estos desvíos del derecho únicamente pretendían superitar a las personal al orden establecido, incluso aniquilándolas. Al final, el profesor Onfray, nos dice que ante este injusto derecho que se da solo cabe una solución por parte de los que están en contra del  “resistir como Antígona e incumplir las órdenes dadas”.
Lo que está claro es que todo poder lo que desea es mantenerse en el sea con decisiones injustas o no. Si fuera injusta hay que incumplirlas y resistir y de esta manera, ese poder irá perdiendo crédito y poco a poco se va desmoronando con lo que al final no tendrá que haber violencia en esa sociedad y todo se desmoronara. Donde no hay moral la ley no puede obligar. La ley no es un fin en sí mismo tiene que estar al servicio del interés general de todos los hombres,  de todas la personas.


Estamos sin duda alguna, ante un tema de mucho calado, de mucha importancia y que define hasta qué punto las personas, desde nuestro nacimiento tenemos una dignidad que tenemos que cuidar y defenderla con uña y dientes. No vivimos solos vivimos en sociedad, y esa sociedad se organiza con relaciones de poder, donde unos mandan y buscan el bien general para los demás.  Pero muchísimas veces el que manda, el que está en el poder se cree dueño absoluto de las cosas y cualquier decisión suya hay que cumplirla. Por lo general ocurre que el poder se vicia, se corrompe porque quiere mantenerse siempre en él y es a partir de estos momentos cuando se toman las decisiones mas injustas que atentan contra la propia ética, la moral de los demás humanos. No hay más remedio que revolverse con tras esas injusticias y plantarle cara, es decir, no cumplirlas, pues en ello nos va nuestra condición de personas dignad y con libertad. Toda persona libre,  que defiende su libertad no puede cumplir lo injusto venga del poder que venga. Por lo tanto si nuestro jefe de estudios nos señala camino sin consistencia, no nos da argumentos en sus decisiones, estará atentando contra los principios de la moral y de nuestro propio derecho natural. Habrá que desobedecer, resistir y esperar a que caiga por su propio peso. Ya no tiene crédito. Ha triunfado el derecho natural en contra del aparente derecho positivo local. 


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