jueves, 20 de junio de 2013

Libertad e instituto.

Desde el mismo nacimiento del hombre, éste ha tendido a mantener su libertad, a ejercitarla, a ser una pieza fundamental de su definición como persona. Un hombre libre, es aquel que es dueño de su presente y de su futuro, de querer ser de una manera determinada, con sus pros y sus contras. Pero desde ese mismo momento que el hombre quiere ser dueño de sí mismo a través de la libertad ejercitada con todas sus consecuencias, es ahí donde se encuentra sus primeros y profundos problemas. Y, es que la sociedad organizada pretende anularle esa libertad total a ese individuo a través de todo tipo de zancadillas, de órdenes, de leyes, etc. En definitivas, la libertad total molesta a los poderes públicos y por ello desde esa sociedad se pretende domesticar, ordenar, conducir a ese hombre por la senda que interesa a la sociedad. La libertad no gusta. Se trata de domesticarla, de contenerla, de reducirla.

Desde el primer momento, y cuando estamos dentro de una sociedad determinada, ya sea, la escuela, o el trabajo, desde fuera se nos conduce a restringir nuestra libertad total a base de condicionarnos nuestros movimientos,  como ejemplo el instituto, y se dice que en éste no nos dejan esa libertad ansiada, y así en ese lugar de formación se nos dicta las instrucciones sobre cuando comemos, cuando nos vamos de un lugar a otro, cuando descansamos, dormimos etc. En suma, al instituto, a la sociedad le incomoda esa apetecida libertad total nuestra, y por ello va poniendo controles.

La sociedad con la excusa de que tiene que existir el orden para todos, se mete con nuestra libertad, y la va reduciendo, la va restringiendo, la condiciona, la hace más vulnerable, es en definitivas, menos libertad la que tenemos. Y todo esto lo hace la sociedad como ente por una razón muy sencilla, y es que la libertad "incomoda... provoca miedo, angustia... e interesa gente  integrada". En resumen, hay tendencia a controlar la libertad, por medio de un adiestramiento social, y es que existe odio a la libertad individual total. Muchas veces no es sólo la sociedad la que pone reparos a esa libertad, también son los propios hombres los que se sienten más cómodos en obedecer que en practicar y ejercitar su libertad total. Ahora es la familia, el colegio o el propio trabajo los que coaccionan o se hacen dueños de la libertad ajena. Y todo esto por qué ocurre, se preguntan  los filósofos. La respuesta es muy clara, hay ciudadanos que prefieren anteponer seguridad a libertad, y por ello dejen que sea la sociedad la que les conduzca su libertad. Y es la propia sociedad la que le reconoce esa dejadez suya, dándole a esas personas sus merecidos premios por abandonar el ejercicio de la libertad. Y esos  premios son, el reconocimiento social, más dinero, etc.

Desde muy temprana hora es la escuela la encargada de socializarnos, y ella es también la encargada de quitarnos una libertad salvaje y danos una libertad con arreglo a la ley. Se trata de pensar de una manera determinada con tal de que el individuo no moleste a la sociedad. Por ello tenemos que rentabilizar nuestro aprendizaje escolar en las distintas etapas.

Por otro lado, nuestros filósofos  reflexionan también acerca de la libertad y su relación con el entorno físico. Señalan que la forma, la arquitectura de nuestros centros también está enfocada para reducir nuestra libertad salvaje, dado de que en todo momento  tenemos que estar visibles, vigilados y sabiendo los poderes qué hacemos, cómo lo hacemos y por qué. En definitivas, si el instituto nos socializa quistándonos parte de esa libertad salvaje original, y dándonos una libertad conforme a la ley, también la arquitectura de ese centro educativo y su forma de enfoque nos disminuye más nuestra propia libertad, pues estamos siempre localizados y domesticados sin posibilidad de escapar de esa especie de cárcel donde todo está dispuesto para entrar por el redil del poder, del que manda, y donde nuestra libertad se va estrechando en el fondo y en la forma. 

Sin duda alguna el centro docente donde pasamos buena parte de nuestra vida de aprendizaje está construido  con una finalidad muy clara, que en todo momento estemos controlados por los que lo gobiernen, y nunca podamos hacer cualquier hecho o acción sin que seamos vistos. Es verdad, que la libertad de movimientos incomoda, no gusta a quienes dirigen la docencia nuestra, y por ello, antes de que vayamos al baño para una necesidad básica y necesaria, tengamos que dar cuenta de ello a nuestros superiores, incluso con la posibilidad de que se nos diga que no. Sin duda alguna nuestra libertad de personas, en cada momento está controlada y al capricho de quienes gobiernan el centro. Existe la libertad para los alumnos, sí, pero sobre todo en teoría. El profesor puede llegar tarde, sí, y no pasa nada; el alumno si llega tarde, es apercibido, amonestado o, incluso, se queda sin clase. Es toda una manera de controlar nuestra libertad.


En resumen, en el instituto, como en la vida misma, los más débiles tienen menos libertad, y están más controlados que los que gobiernan esa institución. Hay libertad, pero siempre, al capricho y al deseo del superior. Es una libertad otorgada, concedida, no es la misma libertad que la de ellos que nos mandan.

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