La noticias antes relatada pasaría de puntillas por la prensa occidental como tantas otras. Pero en esta ocasión la tragedia tiene muchas lecturas y varias reflexiones. El edificio derrumbado albergaba a centenares de personas, que con horarios larguísimos de trabajo se dedicaban al mundo de la confección textil. Sus condiciones laborales eran tercermundistas y al final ha ocurrido lo que se esperaba, el desplome del edificio y la pérdida de vidas humanas.
Lo más grave del asunto está en la trastienda de lo ocurrido, y es que varias firmas españolas, más en concreto y según la organización no gubernamental "Ropa limpia", el Corte Inglés y Mango , tenían allí miles de etiquetas oficiales con el fin de pegárselas a los productos terminados. Al final los consumidores occidentales nos pondríamos esas camisas, pantalones o chaquetas, y presumiríamos de bonitos y baratos. Pero la tragedia ha ocurrido a miles de kilómetros. Son muchas las vidas que se han perdido para que otras allende de aquel lugar disfruten de sus inhumanos trabajos. No hay justicia en el mundo y desde aquí le ponemos palabras y razones a la injusticia ocurrida en Bangladesh.
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